jueves, 6 de mayo de 2010

El amor distante de los trovadores

Cuando se discuten aspectos del amor cortés, se suele olvidar que lo que nosotros recogemos, siete u ocho siglos después, es creación cultural, una ideología plasmada en canciones y no, fieles documentos sobre el real comportamiento humano in illo tempore. Ese olvido quizá se deba a que los sentimientos son asuntos de los que es difícil mantenerse objetivo sin mezclar las propias creencias e intereses. Además, los valores del amor cortés cuajaron hondo en la cultura occidental y aunque transformados perduran hasta hoy, como basta comprobar mirando telenovelas, escuchando boleros o a nuestros prójimos o a nosotros mismos.

Un ejemplo de esa dificultad para diferenciar lo que la cansó bajomedieval dice de lo que hoy se cree válido hacer o verosímil que entonces se hiciera, es la cuestión de si aquella plantea la consumación física del amor o si sólo postula la relación platónica entre los amantes. Sobre el tema hay argumentos en ambos sentidos puesto que hay material lírico que apoya ambas posiciones. Se puede argumentar, entonces, que el carácter idealizado que implica el amor cortés halla su suprema prueba en la evitación del coito, de modo que los amantes aunque manifiestan el ardor f'ísico de su pasión con besos y abrazos y yaciendo desnudos en el lecho, finalmente, vencen sus impulsos y no tienen una relación sexual, al menos completa. Es lo que Andrea Capelanus en su Tractatus de Amore (1185) llama el amor puro. Pero por otra parte, en la misma obra se distingue el amor mixto: "que incluye todos los placeres de la carne y llega al último acto de Venus" y añade que "éste también es un amor verdadero y digno de elogio".

Un aspecto del amor cortés que complejiza el asunto de las relaciones carnales de los amantes es el tema del amor distante. Uno de los trovadores que mejor lo expresó fue Jaufré Rudel (1125-1148) de quien el esbozo biográfico que precede a su obra en el cancionero cuenta una apasionada historia: "Se enamoró de la condesa de Trípoli, sin verla, por lo bien que hablaban de ella los peregrinos que volvían de Antioquía. (...) Con el deseo de verla se hizo cruzado y embarcó, enfermando en nave". Llevado al hostal de Trípoli, acudió la condesa a verlo y murió en sus brazos agradeciendo a Dios "por haberle mantenido la vida hasta que pudo verla". La condesa "el mismo día, se hizo monja por el dolor que tuvo con su muerte". Esto evoca el episodio en el que el Quijote se encoleriza con un mercader toledano que se niega a confesar que Dulcinea es la doncella más hermosa si no se la muestran, a lo que el hidalgo le recalca la importancia de hacerlo sin haberla visto (1a. parte, cap. IV).  Rudel, por su parte canta:

Nunca gozaré de amor
si no gozo de este amor de lejos
pues no sé  de mejor ni más gentil
en ninguna parte, cerca ni lejos.
Su mérito es tan cierto y puro
que allí, en el reino de los sarracenos
yo sería, por ella, llamado cautivo.

Ortega y Gasset en su "Nota sobre el 'amor cortés'" (escrito en 1926) hipotetiza sobre la raíz del amor distante:

"A nosotros nos parece este amor gentil por demás espiritado; pero conviene hacerse cargo de lo que significó a la hora de su florecimiento. La Edad Media, en su etapa más negra y más áspera, está al fondo. El hombre vive aparte de la mujer. La primera Edad Media sólo conoce sociedad de hombres sólos; deporte venatorio, gran manducación, borrachera. De otro lado, la Iglesia aprieta las tuercas de un feroz ascetismo. Y he aquí que en ciertos blandos lugares de Francia se inicia audazmente la moda de afirmar algo terrenal --el amor-- . No podía esto hacerse sino en forma sutil y disfrazada. En efecto, el 'amor cortés' vacila siempre entre un sentimiento real y una ficción simbólica. Los mismos trovadores lo dicen: se trata de un Fenher; de un fingir o 'mentir cortés', juego de corte. Pero esto implica que era una creación del espíritu, algo que sobre el instinto se colocaba como engendro noble de las almas. Este amor no es compatible con ninguna realización sensual: vive en lejanía y soledad, como el ruiseñor. De aquí que fuese incompatible con el amor matrimonial, asentado en plena realización. Es pura dinámica amorosa, exenta de materia, la forma del amor sin la inercia de la carne. En rigor, el amor puro es el amor que no se realiza, todo tensión, afán, anhelo." (120)

Conviene traer aquí la opinión de un tratado árabe de erótica escrito hacia 1023 por el andalusí Ibn Hazm, El collar de la paloma. Se trata de una obra al nivel del Kama Sutra, de la que Américo Castro (en España en su historia. Cristianos, moros y judíos. Buenos Aires, 1948) ha señalado una serie de correspondencias con el El libro del buen amor del Arcipreste de Hita. La obra arábica estudia todas las formas posibles de enamoramiento e incluye "Sobre quién se enamora por oír hablar del ser amado" donde dice:

¡Oh, tú que me censuras porque amo
a quien no han visto mis ojos!
Te excediste al pintarme
como muy propenso al enamoramiento,
porque dime: ¿Conoce alguien el paraíso
si no es porque le hablan de él?


El argumento de Ibn Hazm tiene una contundencia capaz de desarmar la más férrea oposición de un contradictor que sea creyente.

En la perspectiva contemporánea del amor el valor de la distancia es casi incomprensible. Nuestra época pregona el inmediatismo, la satisfacción en el acto, el consumo sin postergación alguna y el goce físico con o sin dimensión espiritual de los vinculos. Para el saber popular, el amor de lejos es amor de pendejos. Sería  una faceta del amor cortés que ha perdido vigencia en las prácticas y creencias contemporáneas, aunque aún puede seguir siendo recreada en las obras culturales. No obstante, se podría pensar que hoy como ayer, las migraciones separan a las parejas. Aunque más que la separación de quienes han estado unidos, novedosas son las vías de creación de amantes que jamás se han visto. La tecnología digital ha hecho inmediato los contactos sin acortar las distancias haciendo así posibles los contactos virtuales (chat, mensajes de texto, etc.) y con ello, propiciado nuevos amores de lejos.
 
Otros aspectos a señalar. La poesía cancioneril incluye siempre una "vita", o sea, un esbozo biográfico sobre el trovador autor de los poemas recopilados. Así, se ha urdido con fuerza la convención de creer que hay una precisa identificación entre la biografía del autor y su discurso. Creer que lo que dice la canción es lo que siente su compositor. Por ello, se propuso que esas vitas contaban los amores "verdaderos" del trovador con su amada de alcurnia. Posteriormente, la teoría literaria actual ha separado el "yo lírico" del autor. Cuando éste se da espesura detallando actos de su vida, se lo examina como un personaje de ficción. Al respecto, conviene rescatar la etimología de la palabra, ficción significa fingir. Ortega y Gasset habla de los amores fingidos de los trovadores, quiere decir que en el origen del amor y de la reaparición del poeta como sujeto biográfico, un componente básico es la imprescindible atribución de amores. El portugués Fernando Pessoa cultivó dentro de algunas de sus plurales voces poéticas la tradición del amor cortés revivido en el siglo XX. Algo que plantea su poema "Autopsicografía" viene a cuento de lo antes expresado:

O poeta é um fingidor,
Finge tão completamente
Que chega a fingir que é dor
A dor que de veras sente

En la traducción de Santiago Kovladoff: "El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente/ Que hasta finge que es dolor/ El dolor que de veras siente." Para impulsar un poco más el tema de las correspondencias entre los actos y los versos de los autores, se puede añadir aquí la opinión de Octavio Paz: “los poetas no tienen biografía”. El mexicano lo dice precisamente en el capítulo que le dedica a Fernando Pessoa en su obra Cuadrivio, queriendo significar que la poesía es la principal actividad de un poeta y por ende, en ella se encuentra lo que más importa de su persona (utilizo el termino adrede).
 
Luego de recorrer varios aspectos del tema, es preciso volver a recordar la diferencia entre la producción cultural, la literatura, y la conducta efectiva de las personas. Sin duda la cultura induce y determina las vidas de la gente. Lo que finge la poesía es, al mismo tiempo, un modelo de conducta a imitar y un ideal vigente con certeza en el terreno imaginario. Pero no es tan segura su vigencia real en el comportamiento humano, afortunadamente, la gente siempre dispone de un variable margen de libertad para actuar rompiendo las tradiciones y los modelos dominantes. De no serlo así, la crítica que ensayamos a diario al leer la cultura sería totalmente inútil.

Para saber más y/o mejor:

* Alvar, Carlos. Poesía de trovadores, trouvères y minnesinger. Madrid: Alianza, 1999.
* Pessoa, Fernando. Ficciones del interludio. 1914-1935. Trad. de Santiago Kovladoff. Buenos Aires: Emecé, 2004
* Ortega y Gasset, José. "Nota sobre el 'amor cortés', Estudios sobre el amor. Barcelona: Biblioteca General Salvat, 1971, pp. 117-21.
* von der Walde Moheno, Lillian. "El amor cortés.". "Espacio Académico" de Cemanáhuac, III: 35 (junio, 1997) pp. 1-40.

La ilustración de la derecha es "Beatrice" (1885) de la francesa Odille Redon (1840-1916). Está aquí porque fue amada de lejos por Dante.
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